Así conocí los ataques de pánico. Recuerdo ese día haberme sentido mal, muy mal. Cada vez que hablaba sobre ese día me refería a él como “el peor día del año”. Un día que no olvidaré y que espero sea de aliento para muchos que han pasado o están pasando por esta situación.

Era un día de febrero de 2015, como recién iniciaba el año yo pensaba con aquel positivismo y entusiasmo. La realidad era que, detrás de todos esos pensamientos, también había pensamientos negativos que me provocaban malestar.

Estaba con mi hermana y mi mamá. Íbamos en el carro, eran las 5 de la tarde. Llevaba el cinturón de seguridad puesto y de repente sentí lo que jamás en mi vida había sentido. Mi corazón latía con mucha intensidad, sentía que me quedaba sin aire y que me estaban apretando el pecho.

Sentía todo tan irreal y me asusté demasiado.  Mi familia pensó que se me había bajado el azúcar. Fuimos por un helado, lo comí esperando a que todo estuviera bien. Durante el tráfico me volvió a suceder lo mismo; tanto que entré en pánico.

 

Recuerdo haberle gritado a mi mamá “ME VOY A MORIR, ME VOY A MORIR” de la desesperación y empecé a llorar. Después de unos 5 minutos todo se calmó.

 

Llegué a mi casa con miedo. Temblaba y las manos las tenía frías, entumecidas. Me tiré al suelo y ahí fue cuando mi hermana me dijo “has tenido ataques de pánico”. Nunca pensé que un ataque de pánico iba a ser así de fuerte, de irreal, de tenebroso. Me recomendaron terapia psicológica; busqué y contacté a una psicóloga en cuanto antes.

Allí fue cuando entendí la raíz de mi problema. ¿Por qué me había sucedido un hecho tan desagradable a principios de año cuando en mi mente tenía pensamientos e ideas positivas? Bueno, cuando entras a terapia te das cuenta de muchas cosas y cómo tus pensamientos repercuten en tu comportamiento y tu cuerpo.

Hace unos meses atrás había lastimado a un buen chico, un chico que me quería, pero yo no sentía nada por él y decidí decirle adiós. Eso me generó un gran sentimiento de culpa, sabía que en un futuro el karma llegaría a mí y me iba a pasar algo feo. Decidí tratarlo con mi psicóloga, porque creía que mis ataques de pánico fueron el karma que tanto temía.

 

Ella me explicó lo que eran los ataques de pánico y que eso se debía a la ansiedad. Me preguntó si había otras circunstancias que me provocaban incomodidad en mi vida y, efectivamente, habían dos más.

 

La primera y muy simple era la presión social de superarme académicamente. Percibía que si no iba a la universidad yo no iba a tener un buen futuro, no me iba a superar académica y económicamente. La tercera por su parte era mi baja autoestima. Recuerdo a una catedrática que constantemente me hacía sentir mal en frente del salón. Eso destruía la poca autoestima que tenía.

Iba a terapia una vez por semana, tratábamos la ansiedad. Mi psicóloga me puso a hacer ejercicios para ser una persona asertiva. Yo vivía en una cárcel, odiaba ir a la universidad porque estudiaba psicopedagogía, carrera con la cual nunca me identifiqué. Además, pensaba que no podía salirme de la universidad o sabía que iba a fracasar en mi vida.

 

Vivía con ansiedad

 

Pensaba en aquellos momentos donde podía aparecer un episodio de pánico y ponerme a llorar. Solía pensar: “Ana andás re jodida, qué año más miserable el que te ha tocado”. Pero no fue así, le di vuelta a lo negativo que me sucedió en ese año.

 

Poco a poco fui mejorando mi autoestima. Me salí de la universidad, me uní más a mi hermana y mi familia y empecé hacer lo que me gustaba. Ahora todo en mi vida ha mejorado. Decidí verle las cosas buenas a la vida.

 

Esta experiencia me tomó por sorpresa, si tengo la oportunidad de hablar con alguien y compartirle mi historia para que no se sientan avergonzados y sepan que no han sido los únicos que han pasado por esos momentos desagradables de la vida no dudo en hacerlo.

Puedo llegar a decir que la ansiedad no se cura por completo, al menos no en mi caso. Cada vez que subo a un avión sé que manejo ansiedad, las manos se me ponen frías y siento un y comienzo a hablar más de lo usual. He aprendido a tomarme las cosas con calma, a manejar mi ansiedad, a manejarme a mí misma porque soy yo quien está atravesando por un momento así.

 

Se vale tener miedo, pero lo que no se vale es descuidarte, no se vale dejarte a un lado.

 

Aprende a conocerte, a amarte, a encontrarte. Uno es dueño de su propia salud mental, uno es quien decide cómo abordar las cosas, no esperes a que una pastilla te vaya a sanar de un minuto a otro. Ataca el problema, busca soluciones, no dejes que ciertos eventos te consuman, pon de tu parte, y ante todo, no te desesperes.

Ana.